¿Por qué muchos hombres batallan para tomar el control de sus vidas?
Simplemente están enfocándose en sus debilidades más que en sus fortalezas.
Reviviendo errores, malas decisiones y alimentando su arrepentimiento. Esto les quita la oportunidad de tomar el control de su ahora y con ello mejorar sus vidas.
Hagamos un pequeño ejercicio:
Si te pidiera que hicieras una lista de las 50 cosas que odias de ti, 50 cosas que no te agradan, 50 cosas que detestas o 50 que no quieres en tu vida, en menos de 10 minutos, ¿podrías hacerla?
Lo más seguro es que si y hasta te sobre algo de tiempo.
Y si te pidiera que hicieras una lista de las 20 a 30 cosas que más amas de ti, que más admiras de ti, que encuentras únicas o maravillosas de ti, en menos de 5 minutos, ¿podrías hacerla?
Lastimosamente muchos hombres no podrían hacerla, porque se pasan más tiempo pensando en sus debilidades, en lo que les hace falta, en lo que no pueden, más que en sus fortalezas, talentos o capacidades.
La verdadera razón por la que los hombres fallan es porque malgastan sus recursos: su tiempo, su energía y su enfoque. Alimentan sus debilidades, todo aquello que los limita, perpetúan su indecisión, falta de coraje y miedo de salir de su zona de confort.
Los hábitos de los que hablaremos aquí, apuntan a esto, a que cambies el foco de tu atención de tus debilidades a tus fortalezas.
Wayne Dyer dijo una vez:
“Cuando cambias la forma de ver las cosas, las cosas que ves cambian”.
Y esto es precisamente lo que lograrás cuando elimines los siguientes hábitos de tu vida.
Hábito 1: no tener ningún propósito
La mayoría de hombres vagan sin rumbo por el mundo. Se mueven como hojas en el viento, dejándose llevar por donde lo externo los lleve.
¿Qué hay en lo profundo de esta actitud?
Cobardía, oculta bajo excusas, bajo justificaciones, bajo creencias limitantes.
Cuando vas por la vida sin un propósito te conviertes en un hombre reactivo, donde todas sus decisiones y acciones están orientadas a evitar el dolor, a buscar placer, y nunca a crecer y forjarse.
Cuando vives con un propósito, buscas metas activamente porque tienen un significado para ti. Inviertes tu tiempo, tu energía y tu enfoque en aquello que te potencia, que te impulsa a dar más de ti, que empuja a descubrir tus límites y superarlos.
Encuentra tu propósito. Cultívalo. Y nunca los dejes ir.
Hábito 2: enfocar tu energía en el problema, nunca en la solución
Pasamos más tiempo pensando en el problema que en la solución. Y no nos damos cuenta que la solución no está allí.
¿Sabes dónde NO está la solución?
No está en quejarte, en frustrarte, en compadecerte, en evadir, en culpar a otros, en dejar que esa mala situación se apodere de ti.
La solución no está en dejar que las emociones negativas te invadan y se apoderen de ti.
No está en dejar de actuar, en quedarte paralizado, en dejarte invadir por tus miedos.
Eres consciente que no puedes resolver tus problemas como por arte de magia. Ni dejar de sentirte mal solo porque sí, cayendo en un optimismo falso (y a veces nocivo), pero es más inteligente y sanador concentrar tu energía en superar esa situación, no en averiguar por qué todo lo malo te pasa a ti.
Enfocarte en la solución y no en el problema no sólo te hará sentir mejor, sino que te hará crecer.
Si lo piensas bien, tienes inteligencia, coraje, disciplina y voluntad, ¿por qué desperdiciarlos enfocándote en todo lo malo que te está pasando y nunca en la solución?
Hábito 3: encarnar el papel de víctima
La moda de hoy es asumir el papel de víctima. La gente hace fila para discutir quién es el más oprimido, quién necesita más apoyo, quién sufre más, quién necesita de más tolerancia de los demás.
Sonará duro (y lo es), pero nadie te está oprimiendo.
Nadie puede hacerte sentir mal, dañarte o arruinarte la vida, si tú primero no se lo permites.
Recuerda la frase de Eleonor Roosevelt:
“Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento”.
A muchos les gusta sentirse que son los menos favorecidos, los que sufren más, los más perjudicados. Quizá en algún punto esto reafirma su identidad dañada, quizá lo vean como algo romántico, como una forma de despertar lástima en otros y de llamar la atención.
Pero de lo que podemos estar seguros es que encarnar el papel de víctima no le hace ni le hará algún bien a tu vida.
Es verdad, hay muchas cosas que no decidiste y que afectan tu vida: el lugar dónde naciste, la familia que tienes, el lugar donde creciste, la forma en cómo te criaron.
No puedes cambiar tu pasado, pero si puedes decidir tu futuro.
¿Cómo?
Adueñándote de tu presente, de tu ahora y de todo lo que viene acompañado con ello: tus acciones y decisiones.
Al mundo no le sirve ni necesita hombres débiles que buscan despertar compasión en otros.
Sólo cuando asumes el papel trascendental que juegas en tu vida es que eres capaz de moldearla a tu voluntad.
Hábito 4: alimentar, empeorar o magnificar tus temores
¿No te ha pasado que cuando ves una película de terror te deja imágenes que luego reproduces una y otra vez en tu cabeza cuando intentas dormir?
Esto es precisamente lo que muchos hombres hacen con sus temores, con sus emociones negativas o con las situaciones malas que están atravesando. Las alimentan, las empeoran o las magnifican. Al igual que hiciera un niño pequeño tras ver una película de terror.
Puede que tengas razones para temer algo, para sentirte mal, incluso pueden ser algo justificables. Pero si tienes la costumbre de escarbar en tu mente con el único fin de torturarte más, eres tú quien decide tener una vida frustrante e infeliz.
Puede que tengas miedo a que te rechace una mujer, pero lo magnificas creyendo que todas las mujeres siempre te rechazarán.
Puede que no puedas controlar tus celos por miedo a que tu novia te deje, pero imaginas que todos serán tu reemplazo.
Te sientes débil, frágil, incomprendido.
¿Y sabes por qué es así?
Porque dejas que tu mente trabaje para hundirte y no para levantarte.
La diferencia está en que por mucho tiempo has trabajado en alimentar tus miedos, tus frustraciones y debilidades, pero cuando eres consciente de esto, cuando dejas el hábito de nutrirlos y en su lugar alimentas tus fortalezas y empiezas a forjar un hábito muy poderoso, un hábito llamado confianza en ti mismo.
Hábito 5: no comprender el poder de tu mente
Tu mente tiene un poder increíble. Es tu mente quien construye tu realidad. Es tu mente quien te hace débil, vulnerable o indefenso. O sentir que tienes la confianza, la capacidad y disciplina para lograr lo que te propongas.
Porque problemas, emociones negativas, situaciones difíciles siempre estarán allí, pero es tu mente quien las utiliza para construirte o destruirte.
Es tu mente quien administra bien o mal tus recursos. Quien tiene la última voz para hacerte sentir bien y fortalecido o mal y derrotado.
Y todo esto ocurre porque has acostumbrado tu mente a una serie de elecciones que ahora dirigen tu vida.
Si ahora hicieras elecciones diferentes. Tomarías decisiones que te potencien y no que te debiliten. Decisiones que te acerquen a tus metas y no que te alejen de ellas.
…Si eligieras escuchar más tu opinión que la de otros.
…Si eligieras enfocarte en lo que eres bueno y en tus pasiones y no en tus debilidades.
…Si eligieras vivir en el momento y no en un pasado que te quita las oportunidades.
Te aseguro que tu vida sería completamente diferente.
Tienes capacidades increíbles, tienes talentos por explotar, tienes voluntad, disciplina, inteligencia y demás… ¿no crees que, si aprovecharás todos estos recursos en construirte una vida mejor, no lo lograrías?