Hay una fuerte epidemia de falta de masculinidad en nuestra sociedad moderna donde el llamado para convertirse en un hombre con honor y virtuoso se ha olvidado por completo.
Y puede que la respuesta esté en que estamos erigiendo nuestras vidas en torno a nuestros sentimientos. Según cómo nos sentimos decidimos. Elegimos hacer o no hacer algo porque hay un sentimiento en medio.
No me gustaría que me malinterpretarás. Entiendo la importancia de entender nuestros sentimientos, algo nos dicen cada que aparecen, pero dejarnos guiar completamente por nuestros sentimientos conduce nuestra vida por sendas desastrosas.
La mayoría de hombres no hace lo que debería o lo que tiene que hacer, porque simplemente no le apetece. No tiene ganas. No encuentra la motivación suficiente. Simplemente no le gusta.
Este es el mayor asesino, no solo de la masculinidad, sino de una vida virtuosa.
Repitámoslo para que quede claro: vivir una vida controlada y guiada por tus sentimientos es el mayor asesino de vivir una vida virtuosa.
Vivir una vida basada en sentimientos te pone en un estado en el que siempre estás persiguiendo la felicidad y placer, alejando todo aquello que nos parezca incómodo o inquietante.
El objetivo de la vida no es ser feliz, sino hacer lo correcto y solo cuando haces lo correcto serás verdaderamente feliz.
Esta es la definición más simple de vivir una vida virtuosa.
El vacío interior que no puede ser llenado
Pongámoslo en un ejemplo:
Tienes sobrepeso y tu salud no es la mejor, a esto le sumas los sentimientos de desánimo, falta de motivación, frustración y pereza, por lo que nunca haces ejercicio. Así que no vas al gimnasio ni haces dieta para cambiar tu situación, no estás haciendo lo correcto para ti – que es perder peso –, en ti empieza a crecer un vacío.
Te convences que ese vacío puede ser llenado con más comida, con televisión, con videojuegos, con cosas estimulantes que te hagan olvidar un poco tus sentimientos de frustración.
Pero cuando termina esa película, cuando la comida se acaba, cuando el videojuego termina, el vacío sigue allí. Y vuelves a empezar el ciclo. Y lo seguirás haciendo porque ese vacío no puede ser llenado.
Pero un día – quizá hoy – decides que saldrás de ese ciclo autodestructivo. Eliges vivir una vida virtuosa.
Empiezas a tomar consciencia sobre tu estado de salud, sobre tu cuerpo, sobre los malos hábitos que te han llevado hasta este momento. Empiezas una rutina de ejercicios, controlas lo que ingieres, empiezas a cambiar hábitos.
Después de semanas y meses de hacer lo correcto para ti encuentras una felicidad y satisfacción diferentes a la estimulación temporal que te daban tus malos hábitos.
Te ves al espejo y te gusta lo que ves. Cada vez que pasas junto a una chica algo se siente diferente. Cada vez que entras a una habitación el ambiente se siente distinto.
Y volvemos a la idea que ya mencionamos: el objetivo de la vida no es ser feliz, sino hacer lo correcto y solo cuando haces lo correcto serás verdaderamente feliz.
El primer paso hacia tu masculinidad
Pero, ¿cómo empiezas?
¿Cómo das ese primer paso?
¿Cómo reconectar con tu masculinidad?
¿Cuál es la mejor manera de volverse más masculino y virtuoso?
La respuesta es simple: comienza por mantener tu palabra.
Digas lo que digas, siempre cúmplelo.
En la búsqueda (y trampa) de complacer a los demás, decimos cosas que sabemos que no cumpliremos.
Quedamos con una persona, nos sobrecargamos de trabajo, desperdiciamos nuestro tiempo y hacemos promesas con el único objetivo de mantener contentos a los demás.
Pero al no cumplirlas, nuestra mente toma nota de que no cumplimos con nuestra palabra. Y a medida que continuemos con ese patrón notaremos como nuestra autoestima y confianza empieza a declinar, empieza a nacer un sentimiento de resentimiento y hasta odio hacia uno mismo.
Piénsalo:
¿Cómo pretender que los demás nos respeten, si no nos respetamos a nosotros mismos, si no respetamos nuestra palabra?
Nada deteriora más la confianza, valor y autoimagen que tenemos de nosotros mismos que dar la palabra y no cumplirla. Quien se toma con ligereza el valor de su palabra no sabe cuánto daño se hace a sí mismo.
Es una cuestión de honor
Respetar tu palabra es una cuestión de honor, no con los demás, es una cuestión de honor contigo mismo.
Lo que te dices a ti mismo es más poderoso que lo que te digan los demás. Cada vez que cumples o no cumples con tu palabra, estás decidiendo ser el hombre que quieres o no.
Si lo quieres ver desde un plano más duro, dar la palabra es empeñar tu honor como prueba de que cumplirás con el compromiso.
Cuando decimos una cosa y hacemos otra o no hacemos nada, perdemos credibilidad, actuamos con incongruencia y desgastamos nuestro valor.
Tan sólo recuerda: ¿cómo solemos referirnos a esas personas que no cumples su palabra?
Personas de poco fiar. Personas con las que no contamos. A quienes que es mejor dejar de lado.
Ahora, ¿qué pasa cuando te haces una promesa a ti mismo y no la cumples?
Tal vez no lo digamos directamente, pero entre líneas nos decimos que somos hombres débiles, con poca fuerza de voluntad, sin masculinidad, hombres que con un simple soplido nos derrumbamos.
Cuando das tu palabra, contra viento y marea tienes que cumplirla, sino mejor no darla.
Y antes de que me escribas en los comentarios que me estoy poniendo muy intenso o cargoso, recuerda lo que mencione antes: dar tu palabra es empeñar tu dignidad.
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La engañosa trampa de la sociedad
Si, lo sabemos: vivimos en una sociedad que te empuja a relajarte, tomar las cosas con una calma, una calma a veces aterradora.
Pero, aquí viene la pregunta más importante para ti: ¿qué tipo de hombre quieres ser?
Si lo piensas bien, un hombre, en varios niveles, vale por su palabra. En su palabra está inmerso su congruencia, honor y el tipo de hombre que es.
Dar tu palabra con ligereza es actuar con incongruencia. Y la incongruencia te daña.
Cumplir con tu palabra no se reduce a una cuestión moral, es ante todo una ética personal que nos libera del encarcelamiento en el que a veces caemos por hacernos trampas.
Cumplir con tu palabra te aliviana la carga, refuerza la autoestima, fortalece tu masculinidad y nos hace sentir seres dignos de merecimiento, respeto y valor.
Cuando caemos en esta incongruencia nuestra mente subconsciente lo sabe.
Muchos autoboicots son compensaciones de nuestro descuidos e irresponsabilidades.
Muchas de las cosas que no nos salen o no se dan, se corresponden a la falta de merecimiento que fue labrado en nuestro interior.
Entonces, ¿qué vas a hacer a partir de hoy?
Tu palabra se forja, antes que nada, ante ti mismo. Cuando nadie te ve. Cuando los demás no están pendientes de lo qué haces o dices. Te forjas cuando nadie te está juzgando o animando.
Allí es donde tu coraje y fuerza son probados. Es allí cuando un hombre reconecta y potencia su masculinidad.
Nadie te juzgará o condenará por no haber ido al gimnasio cuando dijiste que ibas a hacerlo. Nadie te condenará o encarcelará por dormir media hora más cuando dijiste que iba a levantarte temprano. No te condenarán por prometer algo y no hacerlo. Nadie.
Pero hay una parte de ti que lo registra todo: tu mente subconsciente.
Quien registra cada promesa no cumplida, cada palabra sin acción, cada buena intención sin que llegar a nada.
Se dice que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones.
Entonces, ¿qué vas a hacer a partir de hoy?